Es frecuente cruzarse en la vida con algún hijo de puta que se cree más listo que uno. Lo más inteligente en estos casos es no mostrar las cartas, y cuando el " listo " se piensa que ha triunfado, va y se encuentra con una hermosa demanda judicial. Mano de santo.
España siempre ha sido un país de pícaros, El lazarillo de Tormes o Rinconete y Cortadillo ya nos describían hace siglos a personajes así. Eran movidos solo por el hambre, por afán de supervivencia, pero sucede que en nuestros días, estos pícaros son movidos por el ansia de poder, la lujuria, el enriquecimiento personal o todos juntos, que van en un mismo pack.
La izquierda, como jamás pudo derrotar a Franco, se empeña en querer hacer pasar su figura por la de un tirano mediocre. No soy franquista, pero si hace 8 años empecé a escribir Haciaelcolapso, lo hice para, asqueado de tanta mentira, contar verdades como puños, y una de esas verdades es que se puede estar o no de acuerdo con él, pero Franco fue un genio. Con 33 años fue el general más joven de Europa. Su carisma y profesionalidad aglutinó al bando nacional, siendo elegido Caudillo por sus pares, pasando por delante de generales más veteranos que él como Queipo de Llano; siempre supo que la II Guerra Mundial la ganarían los aliados, por eso en la entrevista con Hitler en Hendaya adoptó la tópica aptitud galaica en mitad de la escalera. El austriaco llegó a decir de él que prefería que le arrancasen todas las muelas a tener que volver a entrevistarse con Franco, por cierto, en España se dijo que Franco llegó con 5 horas de retraso a la entrevista, mentira monumental, fue puntual como un reloj.
Para apaciguar a un crecido Hitler, Franco envió a la División Azul a Rusia, pero, repito, siempre fue consciente que Alemania perdería la guerra. Llegó a decir " esta guerra la perderán los invencibles y la ganarán los inagotables ". Con esta frase expresaba que los alemanes eran mejores guerreros, pero que las guerras las gana el más rico, y EE.UU ya era por aquélla la primera potencia económica del globo.
Franco era consciente que gobernaba un país de pícaros, por eso lo hacía con mano de hierro. De sobra sabía cómo era el español, decía " todo hombre tiene su precio, se vende por la cartera, por la bragueta o por el poder ". Ante la situación actual, vemos cómo el Tío Paco tenía más razón que un santo.
